miércoles, 26 de octubre de 2011

20-O

El día en el que abrí los ojos al mundo y respiré la suave brisa sevillana, el día en el que comencé a caminar y a ilusionarme y donde también se iniciaban los pasos hacia la complejidad de la vida de la que forman parte la desilusión y las caídas, el día de los encuentros de tiempos presentes y pasados. Sin embargo, desde este año, esta fecha ha dejado de ser anónima para la humanidad y en el futuro será mundial y nacionalmente recordada. El 20-O se ha convertido en un día controvertido. En sus horas ha germinado la esperanza de la paz y de la libertad.

Por un lado, nos encontramos con el anuncio de ETA del abandono de la lucha armada, noticia esperada en los últimos días y anhelada desde hace muchos años. Aunque aún existen sectores que propugnan la prudencia ante dicho comunicado, creo que esta vez sí ha llegado el momento definitivo para iniciar una nueva andadura. La experiencia es la que mejor demuestra que otra alternativa es posible. El apoyo que ha recibido Bildu en las instituciones es la mejor muestra para ver que desde la legalidad se pueden conseguir parte de los objetivos de esta formación de manera legítima. Evidentemente, el alma humana es muy compleja y no siempre todos los que participan en este entramado pueden convenir con la solución aceptada, por lo que se pueden producir disidencias que no cierren la puerta del todo a la vía armada. Antes de este anuncio, algunas noticias apuntaban a que dicho comunicado no se produciría hasta después del 20-N, es decir, hasta tener certeza del resultado electoral, pues con el Partido Popular en el poder la vía legal para Bildu podría tener dificultades. Sin embargo, este anuncio se ha hecho con un mes de antelación. Desde mi punto de vista, para ayudar al PSOE en lo que va a ser su derrota electoral. El PP ha moderado su mensaje en torno a dicha noticia para seguir manteniendo la popularidad en las encuestas. De una u otra manera, confío en que las armas no vuelvan a empuñarse y el pueblo vasco comience de nuevo a caminar...

Por otro lado, la detención y el asesinato de Gadafi. Esta noticia podría parecer que supone un nuevo panorama de libertad y democratización del pueblo libio. Sin embargo, dudo mucho de que los próximos pasos lleven hacia tal destino. El salvajismo sin escrúpulos con el que ha sido tratado la figura de Gadafi, las atrocidades cometidas por estos rebeldes a lo largo de los meses de guerra que ha vivido dicho país no deben quedar impunes. Gadafi gobernó con puño de hierro asfixiando a su pueblo. Ante tal situación, los ciudadanos libios se levantaron ante la injusticia que estaban viviendo para derrocar al tirano. Estos hechos no justifican la brutalidad manifiesta ejercida a dicho dictador y el salvajismo morboso de estos denominados rebeldes que han ido arrasando ciudades, cometiendo violaciones y comportándose con la misma brutalidad contra aquél a quién decían perseguir. Los medios de comunicación no han tenido ningún escrúpulo en publicar las imágenes denigrantes de un ser humano. El derecho a la información de los ciudadanos no va unido al derecho del morbo público. Informar de una muerte no significa jactarse de esa muerte. Ante tales hechos veo muy difícil que el camino del pueblo libio sea la democracia. Éste también vendrá determinado por los designios que las potencias que manejan los hilos del poder elijan.

El 20-O ha albergado momentos de esperanza y libertad, momentos de ilusiones y desilusiones, momentos de nuevos pasos y destinos, momentos de nuevas oportunidades y perspectivas, momentos de reflexión y arrepentiemiento... momentos que incitan a seguir caminando a pesar de las piedras que encontramos en nuestros destinos.

domingo, 16 de octubre de 2011

LIBERTAD


Esta viñeta de Forges que apareció la semana pasada en "El País", me parece un muy buen ejemplo para reflexionar sobre el concepto de "libertad". Muchos la entienden como algo tan simple como "hacer lo que cada uno quiera". Otra de las definiciones más extendidas es el afirmar que "tu libertad acaba cuando empieza la del otro", donde se introducen los conceptos de respeto y convivencia. Sin embargo, la clave para entender este concepto no viene determinada por el propio individuo sino por las alternativas posibles a elegir. Si esas alternativas no existen ¿dónde reside la libertad?

La fuerza de la VOLUNTAD

Siempre he creído en el antiguo dicho de "querer es poder". La voluntad del individuo es la mayor fuerza existente para poder llevar a cabo los objetivos de los seres humanos. Los obstáculos siempre se pueden superar si de verdad existe esa creencia en uno mismo y la creencia de que se puede llevar a cabo. Las desigualdades de nuestro mundo son fruto del egoísmo individual y la falta de voluntad, son derivaciones de aceptar vivir en una sociedad donde unos pocos de benefician en detrimento de la precarización de la mayoría. Como gran ejemplo, como informaba elpais.com el 9 de octubre, las indemnizaciones millonarias de los directivos de las entidades de ahorro arruinadas. A pesar que desde instancias superiores se instó a que se modificara la legislación para controlar el salario de los banqueros en 2009, modificación que se introdujo en la Ley de Economía Sostenible en dicho año, ese elemento que no se aprobó hasta marzo de 2011. Por otro lado, hasta junio no se estableció que el Banco de España pudiera redactar la circular de la vigilancia de las retribuciones que no se llegará a aplicar hasta 2013. La inmediatez brilla por su ausencia, pero siempre existen excepciones en las que la "voluntad" se impone, el mejor ejemplo el cambio del artículo 135 de la CE en apenas quince días. Las desigualdades nunca podrán superarse si esa "voluntad" no entra en escena. Ante hechos tan indignantes, no sólo esos actos por sí mismos son intolerables sino que la pasividad de la autoridad es la principal responsable de que nada cambie y se repita la historia una y otra vez, donde el pueblo siempre pierde.

viernes, 7 de octubre de 2011

"Les miramos a la cara... y les pedimos perdón"

Con esta entrada sólo quería aportar un artículo que leí hace unos años pero que no deja de tener actualidad. Está escrito por un corresponsal de guerra, Juan Cierco, en el que relata su indignación ante la superficialidad e ignorancia de muchos de los portavoces forjadores de la Opinión Pública de todos los tiempos que proclaman sus verdades desde una tribuna o un cómodo sillón olvidando el respeto de todos aquellos de los que hablan. Un relato que nos hace estremecer y avergonzarnos, sólo así se consigue la toma de conciencia y la rectificación. Ahí va, es de 1998 (ABC):

"Hablar por hablar"
  
Hablar por hablar. Sin conocimiento de causa. Sin vergüenza torera. Sin haber pisado nunca Oriente Próximo. Sin entender inglés. Con escasas nociones de francés. Mucho menos hebreo. Qué decir del árabe. Porque está de moda. Porque hay una guerra, o algo que se le parece demasiado. Porque el que habla no piensa, no estudia, no aprende, no se forma. Como ser humano. Como profesional. Como intelectual.

Es verano. No hay nada mejor con lo que intentar ganar votos. O si lo hay esto vende mucho. Recuerda al pasado. Se mezclan las churras de la guerra de Irak con las merinas del antisemitismo. Y los políticos se tiran a la piscina sin saber nada, sin que haya agua siquiera. Les importan muy poco las víctimas. Mucho menos los orígenes del conflicto. No leen, no escuchan, no miran. Hablan, gritan, vociferan, se insultan. Esta vez, el rehén: Oriente Próximo.

Se levantan y ven y leen (un resumen, no se vayan a cansar) y oyen lo que ha dicho el de la acera de enfrente para decir lo contrario, para decirlo más alto, para decirlo entre su coro de altavoces que producen urticaria. Su mezquina ilusión, que el mensaje sirva, sin contenido, sin más papel que ese de regalo que envuelve el vacío, la nada, la estupidez más supina, para un fugaz titular del telediario.

Confieso que llevo ocho años viviendo cada día en la región más convulsa del planeta. Que he visto la muerte en la cara de una mujer israelí, judía, sentada en la puerta de su casa. Una mujer trabajadora, con dificultades para encontrar a alguien que fuera a buscar a su hija a la salida del colegio. Sin dinero para pagar a nadie para hacer esa tarea que como tantas veces acaba haciendo la abuela. Y abuela y niña que se suben en el autobús rumbo a casa. Y la niña que le cuenta a la abuela que quiere una muñeca con melena rubia. Y la abuela que le promete una para su cumpleaños. Y un terrorista suicida palestino que se sube al autobús y se vuela en mil pedazos. Y un móvil que suena. Y una mujer que se desmaya. La madre, la hija. La abuela, la niña, muertas.

Confieso que he oído llorar a un niño palestino, musulmán, por ver a su padre, médico respetado en Ramala, educado en Zaragoza, casado con una española de Teruel, de rodillas, en calzoncillos, en mitad de ningún sitio, apuntado por el fusil de un recluta israelí de 18 años de edad que encuentra entretenido humillar a un ser humano delante de los suyos porque no tiene nada mejor que hacer a las siete y diez de la tarde.

Confieso que llevo ocho años viviendo cada día en Jerusalén, en Gaza, en Nablus, en Tel Aviv, viajando a Beirut, a Ammán, a El Cairo, a Bagdad, a Damasco, a Teherán. Que he recorrido todo el mundo árabe y musulmán. Que he convivido con israelíes y con judíos. Que he pisado mezquitas, iglesias y sinagogas.

Confieso que he entrevistado, algunas veces admirado, otras con una pinza en la nariz, a primeros ministros, a presidentes, a reyes, a alcaldes, a líderes políticos, a terroristas, a milicianos, a víctimas inocentes, a niños, madres, abuelos, padres, hermanos…

Confieso que he hablado con intelectuales, con profesores universitarios, con alumnos aventajados, con experimentados y sensatos diplomáticos, con analistas inteligentes, con periodistas de renombre, con historiadores, sociólogos, médicos, psicólogos, con militares críticos, con soldados criticados, con imanes, sacerdotes, rabinos, con ayatolás, con laicos, con ortodoxos, con sefardíes, con católicos, con asirios, con cristianos ortodoxos, con ashkenazíes, con chíies, con drusos, con kurdos.

Confieso que he leído, que he escuchado, que he olfateado, que he sentido, que he mirado debajo de las alfombras, que he reído con los vivos, que he llorado por los muertos, que he visitado en los hospitales a los heridos, que he visitado en sus casas a los huérfanos, que he hablado con el padre de un soldado secuestrado, que he hablado con la madre de un preso sin juicio, que he abrazado a un amigo muy cercano con su hijo momificado, con quemaduras de segundo grado en el 75 por ciento de su cuerpo después de un atentado suicida en Tel Aviv, que he consolado a un colega cuando despedía a su hermano, fotógrafo de Gaza, rumbo a Londres donde le iban a amputar una pierna e intentar salvar la otra después de un asesinato nada selectivo israelí.

Confieso que he repasado las resoluciones de las Naciones Unidas, que he seguido las sentencias de los tribunales internacionales, que me he aprendido de memoria todas y cada una de las hojas de ruta, todas y cada una desviadas, que se han diseñado en la región, que he viajado a Suiza para bautizar la iniciativa de Ginebra, que me he desplazado a Sharm Sheij y Taba cuando la paz parecía que estaba a la vuelta de la esquina, que me han enviado a Oslo para seguir unas reuniones secretas en las que se podían definir los parámetros de un acuerdo que se tocaba ya con las puntas de los dedos, que he acompañado a Miguel Ángel Moratinos, todavía enviado especial de la UE en Oriente Próximo, en su gira de despedida por Egipto antes de dejar su puesto.

Confieso que me he avergonzado de lo dicho por analistas que nunca han pisado Tierra Santa; por tertulianos dignos del despido inmediato, que sentencian con tanta rotundidad como ignorancia, con sólo segundos de margen, que el carné de conducir por puntos es una majadería y que en Oriente Próximo la paz es posible pero la guerra resulta inevitable, por pseudo periodistas que firman sus crónicas desde donde nunca han puesto un pie y a la vuelta de un viaje relámpago escriben un libro que encima se publica pero que nadie lee.

Confieso que me asusta el nivel de los políticos, de los columnistas, de los compañeros de profesión, de los embajadores y embajadas que te señalan con el dedo, de los pacifistas que empuñan las armas del insulto, de los arabistas que odian a los árabes, de los sesudos analistas de los centros de estudios estratégicos que con tanta estrategias apenan tienen tiempo para estudiar.

Si de todo opinan, si en todo actúan, si de todo saben como lo que saben de Oriente Próximo deberíamos echarnos a temblar. Cordura, por favor, por vergüenza propia y ajena, por respeto a las víctimas.

Confieso que después de ocho años en la región más compleja del planeta me queda tanto por aprender que me atrevería a dar dos puntadas sin hilo. Y en mi querido país todos tejen y tejen y vuelven a tejer y a algunos se nos cae la cara de vergüenza. Se nos viene el alma encima. Se nos encoge ese corazón con el que nos acercamos a compartir el dolor de esa madre judía a la que le sonó el móvil; de ese niño palestino que lloró desconsolado ante ese soldado poco mayor que él. Les miramos a la cara y cuando nos devuelven la mirada bajamos la cabeza… Y les pedimos perdón.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Las "ideas" se tienen, por tanto se pueden modificar

Cuando Ortega y Gasset afirmaba la frase "las ideas se tienen, en las creencias se está" apuntaba a que en nuestra vida existen unos hechos incuestionables, que no se ponen en duda, como por ejemplo salir de tu casa y saber que la calle se encuentra en el exterior. Sin embargo, las ideas pueden ser modificadas, de lo que se deriva que pueden ser creadas y construídas. En un mundo en el que, en gran medida, nos creemos virtualmente soberanos y somos efectivamente súbditos, en el que algo tan etéreo y abstracto como son las expectativas guían las decisiones económicas, y por ende, políticas, y por tanto nuestros destinos como ciudadanos, puede resultar muy fácil crear estados de opinión que en vez de avanzar por el bien de todos, guien los rumbos a retroceder para el conjunto y progresar para unos pocos.

Nos encontramos en un momento en el que las agencias de calificación, encargadas de asentar la "idea" errónea de dar alas a las hipotecas subprime y, por tanto con una gran responsabilidad en la génesis de esta crisis, siguen ordenando, calificando y determinando las inversiones, deudas, etc de otros países. El monopolio de estas agencias estadounidenses dirimen, en gran parte, los destinos económicos de los estados. A pesar de saber que sus opiniones son subjetivas y que muchos expertos las califican "de escaso rigor técnico", éstas se erigen como actos de fe a los que todas las fuerzas económicas sucumben. En el día de ayer Moody's rebajó la nota de solvencia de la deuda italiana advirtiendo en un informe que otros países del euro podrán también ver rebajada su capacidad crediticia. Estas estrategias son vistas por otros expertos como una manera de manipular la infomación para sacar inversiones de los países europeos (al bajar la calidad de su deuda) y trasladarla a Estados Unidos. 

Estas medidas que trasladan el pánico a los mercados son respondidas con medidas de austeridad por los gobiernos europeos que lo único que provocan es la paralización de la actividad económica. Los recortes no producen emprendores, ni generan nuevas inversiones sino que desaceleran el crecimiento y no consigue resolver el principal problema español: el desempleo. Por lo que nos encontramos ante una paradoja, la austeridad no produce el avance, pero los mercados la exigen para que el país pueda sobrevivir. Por todo ello, es necesario tener presente que las "ideas" que tenemos, son construidas, por lo que su principal virtud es que se pueden cambiar y, nunca deben llegar al estado de "creencias", donde las alternativas desaparecen. Como apunta Marco Antonio Moreno, en su blogsalmon.com un grupo de abogados españoles unidos bajo la plataforma "Unión por las libertades civiles y el Observatorio de los Derechos Económicos y Sociales" han sido los primeros en tramitar una querella ante la Audiencia Nacional contra dichas agencias acusadas de controlar los mercados financieros en beneficio de sus propios intereses económicos. Se estima que pudieron ganar alrededor de tres mil millones de euros de beneficios. Éste es sólo un primer paso, el fin es conseguir un contra-relato donde las "ideas" construidas caminen hacia el progreso y no hacia el retroceso.

domingo, 2 de octubre de 2011

Sólo nos falta volar

La educación constituye la base sobre la que se asienta el progreso de la humanidad. En tiempos pasados, la capacidad de alfabetización estaba destinada a las elites de la sociedad. Con el avance de los siglos y el desarrollo de los olas democratizadoras se consiguió que esta educación fuera accesible y obligatoria para la totalidad de la población. La educación pública es uno de los grandes logros conseguidos por la historia y también uno de los flancos más accesible para atacar. En un momento de crisis económica mundial, en el que Europa ha decidido adoptar la senda de la austeridad, los recortes en lo público, concretamente en el aprendizaje de las generaciones más jóvenes, que son los pilares de nuestro futuro, constituyen la principal carencia y obstáculo para la salida de la crisis.

En España los continuos cambios que se han sucedido en la educación pública han contribuido a su debilitamiento y a que la educación privada, especialmente, en colegios y cada vez más en universidades, se erija como la alternativa para conseguir un buen nivel educativo. Desde mi punto de vista se ha optado sin fisuras por la accesibilidad universal  de alfabetizar a todos los alumnos relegando y olvidando el nivel que se imparte en estos centros. Universalidad de estudios no significa reducción del nivel de estudios, hecho que se ha logrado conseguir. Este salto atrás, donde se ve con claridad en los alumnos de la LOGSE, se sigue arrastrando durante toda la vida académica.

En mi experiencia académica que se ha basado en la asistencia a colegio concertado, instituto y universidad pública he notado y sigo notando ese retraso educativo derivado de nuestros cambiantes planes de estudio. Durante mi vida estudiantil lo que más he valorado y ha dejado huella en mi memoria son esos profesores que debido a su profesionalidad, oratoria, entusiasmo, interés y empatía conseguían que contara las horas para que llegara el momento de su clase. Evidentemente, el aprendizaje de lo nuevo, lo oculto, lo desconocido es la mejor experiencia que se deriva de la vida estudiantil, pero para que este proceso de continuo conocimiento-descubrimiento de contenidos sea interesante la pieza clave es ese profesor que no siempre aparece capaz de cargar con las ilusiones de los alumnos.

La parte negativa de este proceso, más allá del bajo nivel comentado existente en nuestra educación pública, son esos profesores que dan clases meramente como una forma de ganarse la vida y que olvidan todo lo demás. Que en muchas ocasiones se valen de las nuevas tecnologías, concretamente el power-point, para suplir su falta de preparación y profesionalidad y no lo utilizan como soporte complementario como debería usarse en realidad. En lo que se refiere a metodología no defiendo exclusivamente ni la opción por los exámenes ni la opción por los trabajos, el planteamiento de estas dos opciones varían en gran medida según cada profesor. Lo ideal es encontrar el término medio y saber plantear con coherencia ambas alternativas. Ningún concepto es la verdadera solución, su puesta en práctica determina la viabilidad de dicho mecanismo.
En lo que concierne a la universidad, aparte del desinterés de determinados profesores, lo que más hecho en falta en su vinculación con la actualidad. Los conceptos teóricos dejan de ser válidos en la mente de los alumnos si estos no se conciben en la vida real. 

La educación es el futuro de nuestro mundo, sin ella el camino deja de tener rumbo. La educación debería servir para poder mejorar y afirmar que "Otro mundo es posible" no para perpetuar sus vicios y defectos. La educación es el camino a seguir no a destruir. Si la educación nos hace libre, sólo nos hace falta volar.