lunes, 26 de diciembre de 2011

Papá cuéntame otra vez... (música y realidad social)



Con estas palabras empieza una de las canciones de Ismael Serrano. Un grito a la rebeldía de los que luchan por la libertad y la democracia. Ahí va la letra, cuya última estrofa tiene una actualización continua (Bagdad, Afghanistán...):

Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis

estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita

de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada

y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba

se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,

que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.

Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.

 

Sweezy, Capítulos V y VI


Sweezy a lo largo de su obra continúa abordando el concepto de “reproducción simple” refiriéndose a un sistema capitalista que mantiene las mismas dimensiones y proporciones. Para que este hecho se pueda llevar a cabo los capitalistas deben reponer anualmente “el capital gastado o usado y empleen toda su plusvalía en el consumo; y que los obreros gasten todo su salario en el consumo” (Ibid, 1982:87). Lo que significa como aclara el autor que “el valor del capital constante usado en la rama de artículos de consumo debe ser igual al valor de las mercancías consumidas por los obreros y capitalistas dedicados a producir medios de producción” (Ibid, 1982:89). Por tanto, este concepto alude a una característica esencial del sistema capitalista como es su constante interés de “ampliar el capital” (Ibid, 1982:91), de manera que parte de su plusvalía se convierte en capital adicional. Esta acumulación le permite poder poseer aún más plusvalía, que se vuelve a convertir en capital adicional y así sucesivamente. Este deseo de acumulación proviene del deseo del capitalista de aumentar el valor proviene de la posición que va a ocupar dentro de la organización de la producción social, ya que “el éxito en la sociedad capitalista consiste en aumentar el capital propio”(Ibid, 1982:92) pues si no se continúa el camino  de la acumulación, se encuentra en el peligro de perderlo todo. En el análisis marxista se parte de que “la acumulación implica un aumento en la demanda de la fuerza de trabajo”, sin embargo, como apunta Sweezy la “fuerza de trabajo” no es una mercancía ordinaria, que ante una subida de la demanda de la misma aumentaría el precio de ésta. (Ibid, 1982: 96) Por tanto, era necesario ofrecer una respuesta a esta cuestión. Ricardo ofrecía la respuesta a través de la teoría de la población, sin embargo, Marx apunta otra argumentación. Para encontrar las causas de qué era lo que retenía a los salarios, Marx apuntó hacia la ideal del “ejército de reserva”, es decir, “obreros desocupados, que mediante su competencia activa en el mercado de trabajo, ejercen una presión constante, hacia abajo, en el nivel de salario” (Ibid, 1982:100), su origen viene especialmente de aquellos que han sido desplazados por la maquinización del trabajo. De manera que “mientras más fuerte sea la tendencia de los salarios a subir, más fuerte será también la presión del ejército de reserva para contrarrestarla y viceversa” (Ibid, 1982:101). Junto a esta destrucción del trabajo a través de las máquinas, las crisis y las depresiones se convierten en un factor importante para reconstruir “el ejército de reserva”. (Ibid, 1982:102)

Por otro lado, otra de las leyes fundamentales de Marx es la “ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia”, donde se demostraba que ciertos obstáculos internos se oponían al “desarrollo indefinido de la producción capitalista” (Ibid, 1982:109). Para ello Marx enuncia seis causas “que contrarrestan la tasa descendente de ganancia”. En primer lugar, “el abaratamiento de los elementos del capital constante”, donde el uso creciente de la maquinaria disminuye el valor por unidad del capital constante (Ibid, 1982:111); en segundo lugar, “el aumento de la intensidad de la explotación”, como por ejemplo con la prolongación de la jornada de trabajo; “la depresión de los salarios más debajo de su valor”, “la sobrepoblación relativa, pues con la existencia del ejército de reserva conduce a la creación de nuevas industrias con una composición orgánica del capital relativamente baja y una tasa de ganancia relativamente alta (Ibid, 1982:112) y el “comercio exterior” al abaratar los elementos del capital constante. A pesar de todo, Sweezy realiza una crítica y apunta que lo que se puede decir sobre este tema es que “la tasa de ganancia bajará si el porcentaje de la plusvalía es menor que el porcentaje de la disminución de capital variable con respecto a la total” (Ibid, 1982:115). Este autor en este capítulo pone de manifiesto que no es posible demostrar una tendencia descendente de la tasa de ganancia comenzando el análisis por la composición orgánica ascendente de capital (Ibid, 1982:118). Lo que sí queda claro, es que la “composición orgánica del capital tenderá a restablecer la tasa de plusvalía, y en esa forma, a acrecentar el volumen de la plusvalía más allá de lo que éste hubiera sido en ausencia del aumento de la composición orgánica del capital” (Ibid, 1982:119). Por otro lado, el autor apunta a una serie de fuerzas que son claves a la hora de deprimir por un lado, y elevar, por otro, la tasa de ganancia. Aquellos factores que la deprimen son: los sindicatos, la acción del Estado en beneficio de los trabajadores. Por otro lado, aquellas fuerzas que elevan la tasa de ganancia son: las organizaciones patronales; exportación del capital; formación de monopolios y acción del Estado en beneficio del capital.  

sábado, 10 de diciembre de 2011

EL "PRODUCTO" ANTI-CRISIS

El 20-N, España eligió al "producto" de la solución. No hicieron falta muchos maquillajes comunicativos para que el resultado fuera la mayoría absoluta del PP. La situación política española estaba muy por encima de todas las técnicas de la mercadología política. El mejor relato construido era el que cada ciudadano poseía en su hogar. Los eslóganes de aquéllos que estaban en el poder perdían toda la credibilidad, por ello su tarea fue la de desenmascarar al adversario. Ese enemigo político no tenía que realizar una gran estrategia para ganar, las grandes cifras habían conformado su mejor relato. Por mucho que Rubalcaba intentara desvelar sus verdaderas intenciones programáticas, Rajoy lo tenía todo ganado.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que ese argumento de los socialistas tampoco era una buena estrategia a seguir. En primer lugar, Mª Dolores de Cospedal había hecho explícito un programa detallado con medidas restrictivas antes de las elecciones; en segundo lugar, CIU, que ya había puesto en marcha en Cataluña un programa bastante austero, ha mantenido el apoyo de los ciudadanos. Por tanto, el relato de la "austeridad" no era tan oculto y, en cierta manera, era lo que pedían los ciudadanos ante la percepción de éstos del despilfarro realizado por el Gobierno de Zapatero. El discurso que sí estaba bien construido era el del mal uso de los fondos públicos mientras que el de la austeridad, por mucho que Rubalcaba intentara desvelarlo, era el último recurso estratégico a seguir.

A pesar de todo, Rajoy se ha erigido como el político de las soluciones. Sin duda, compartirá y seguirá con gran agrado las directrices de Merkozy, reducirá el déficit con sus medidas de austeridad, lo que no queda tan claro son sus proyectos a la hora de crear empleo e incentivar la economía. Puede que su victoria se encuentre un poco envenenada, pues las ilusiones perdidas muchos españoles residen en su persona. Sin embargo, la salida de la crisis y, especialmente la creación de empleo, son promesas muy fáciles de hacer en una situacios de crisis como la actual pero muy difíciles de llevar a cabo. Si existiera la revocación del mandato, no sería tan fácil hablar por hablar.

viernes, 2 de diciembre de 2011

UN ALEGATO UNIVERSAL

Ávida de conocer nuevas lecturas, me encontraba revisando estanterías y estanterías de libros cuando de pronto leí algo, un título que no me iba a dejar indiferente. Inevitablemente, desde ese momento estaba claro que el libro no iba a quedar relegado en la estantería y que iba a ser mi próxima lectura. Su título: Le dernier jour d´un condamné. En esta obra Víctor Hugo cuenta los últimos pensamientos de un reo meses antes de ser ejecutado. No se conoce ni su nombre, edad o causa de su reclusión pero sí su angustia, soledad e impotencia. Es un relato estremecedor que se constituye como un verdadero alegato contra la pena de muerte. En él el prisionero muestra la desesperanza de un hombre que como relata: "tiene una enfermedad mortal, una enfermedad construida por la mano de los hombres".
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En su época esta obra recibió muchas críticas ya que se consideraba un relato incompleto. Pero la originalidad y grandeza de esta obra estriba en la universalidad que Víctor Hugo ofrece a este libro. Este autor no habla de un condenado en concreto, sino del condenado universal, es decir, de cualquier ser humano que es castigado a estas penas que desgraciadamente aún existen en parte de nuestro mundo. Él no quería que el lector prestara atención a detalles, que al fin y al cabo, son superficiales y específicos de cada reo. Víctor Hugo quería clamar sobre la crueldad y la irracionalidad de la pena de muerte. Y lo consiguió. Para comprobarlo, sólo hay que sumergirse en su lectura.